El liderazgo que crece desde dentro
Descripción de la publicación.
11/3/20254 min read
En los últimos años, las organizaciones han intensificado sus esfuerzos en formar líderes más empáticos, conscientes y adaptativos. Sin embargo, a pesar de la proliferación de programas de liderazgo, muchos directivos siguen enfrentando el mismo reto de fondo: cómo conectar con sus propias dificultades y áreas de mejora de forma sostenida y transformadora.
La respuesta, cada vez más respaldada por la investigación académica, se encuentra en un enfoque relacional del desarrollo: el coaching profesional.
La relación como motor del cambio
Un estudio publicado en The Journal of Humanistic Psychology (2025) —titulado “How Much Does the Coaching Relationship Matter for the Outcomes? The Role of Coaching Relationship Components in General and Cognitive Behavioral Coaching”— ha aportado evidencia empírica sobre algo que muchos coaches y responsables de personas ya intuían: la calidad de la relación entre coach y coachee explica hasta el 50% del éxito de un proceso de coaching.
El estudio, desarrollado a partir de más de 300 procesos de coaching en distintos contextos, analizó las variables que mejor predicen los resultados del acompañamiento. La conclusión fue clara: la relación de confianza, la empatía y el acuerdo compartido sobre las metas y el método son los factores que más impulsan el crecimiento personal y profesional del coachee.
En otras palabras, el cambio no ocurre solo por la técnica, sino por la presencia relacional. El coaching funciona porque crea un espacio donde el directivo puede verse, escucharse y pensarse a sí mismo con la ayuda de otro. Es una relación profesional, sí, pero profundamente humana.
Crecer como líder empieza por reconocerse como persona
A menudo, los líderes son los más aislados dentro de las organizaciones. Están acostumbrados a tomar decisiones, sostener equipos, resolver problemas y proyectar confianza. Pero pocas veces cuentan con un espacio donde puedan reconocer su vulnerabilidad, su fatiga o sus puntos ciegos sin temor a ser juzgados.
El coaching ofrece justamente ese entorno seguro. No para corregir, sino para acompañar en la toma de consciencia. El directivo que se permite detenerse, explorar sus emociones ante la presión o su forma de reaccionar frente al conflicto, está desarrollando una competencia clave: la autoconciencia.
La autoconciencia no solo mejora el desempeño individual, sino que se traduce en mayor capacidad de liderazgo emocional, mejor comunicación con los equipos y una gestión más equilibrada del poder y la responsabilidad.
Como muestra el estudio de The Journal of Humanistic Psychology, el coaching genera resultados sostenibles porque ayuda a los líderes a conectar con sus experiencias internas desde un marco de confianza y reflexión. No se trata de “arreglar” comportamientos, sino de entenderse y evolucionar desde la consciencia.
El coaching como herramienta de mejora continua
En un entorno empresarial que exige velocidad, adaptación y resultados inmediatos, el coaching representa una oportunidad de pausa inteligente. No es un lujo, sino una herramienta estratégica para garantizar que los líderes se desarrollen al mismo ritmo que la organización evoluciona.
Los procesos de coaching permiten a los mandos intermedios y directivos:
Reconocer patrones que obstaculizan su efectividad (resistencia al cambio, exceso de control, dificultad para delegar, etc.).
Conectar con su propósito y valores personales, alineándolos con los de la empresa.
Gestionar la complejidad emocional inherente a liderar personas y equipos diversos.
Desarrollar habilidades conversacionales basadas en la escucha activa y la empatía.
Aprender a desaprender: soltar hábitos o modelos mentales que ya no sirven.
El coaching convierte la reflexión en una práctica continua, y al hacerlo, transforma la manera en que el líder se relaciona consigo mismo, con sus equipos y con los resultados.
La base neurobiológica del crecimiento relacional
Desde la perspectiva de la neurociencia relacional, se ha demostrado que el cerebro humano está diseñado para aprender y cambiar en interacción con otros. La conexión interpersonal activa mecanismos de seguridad, apertura y plasticidad neural que facilitan el cambio conductual y emocional.
El coaching, en tanto relación profesional basada en la confianza, reactiva esa capacidad innata de adaptación. Cuando un líder se siente comprendido y apoyado en su proceso, su cerebro reduce los niveles de amenaza y aumenta los circuitos de aprendizaje. En términos sencillos: nos transformamos cuando nos sentimos acompañados.
Esta comprensión neurobiológica refuerza la idea central del estudio de 2025: el coaching es eficaz no solo por su metodología, sino porque aprovecha el poder del vínculo humano como catalizador del desarrollo.
Implicaciones para las organizaciones
Para los departamentos de Recursos Humanos, esta evidencia abre una línea estratégica de acción clara: invertir en el desarrollo relacional de los líderes, no solo en su capacitación técnica.
Un programa de coaching bien estructurado:
Fortalece la cultura de liderazgo consciente y responsable.
Aumenta la retención y el compromiso de los mandos intermedios, quienes encuentran en el coaching un espacio de reconocimiento y crecimiento.
Reduce la resistencia al cambio, al fomentar líderes más flexibles, empáticos y conectados consigo mismos.
Mejora la calidad de las conversaciones dentro de la organización, impulsando entornos de confianza y aprendizaje continuo.
En un mundo laboral cada vez más híbrido, incierto y exigente, los líderes necesitan más que nunca acompañamiento para gestionar su humanidad en el ejercicio del liderazgo.
Del crecimiento individual al impacto colectivo
El coaching no solo transforma a quien lo recibe, sino que impacta en todo el sistema organizacional. Un directivo que aprende a escucharse mejor, escucha mejor a los demás. Un líder que toma consciencia de sus emociones, gestiona con mayor empatía. Y un mando intermedio que se permite explorar sus límites, también permite que su equipo lo haga.
Por eso, cuando una empresa apuesta por procesos de coaching para sus líderes, no está invirtiendo en individuos aislados, sino en el tejido relacional que sostiene su cultura.
Cada conversación de coaching bien conducida tiene un efecto multiplicador: mejora la calidad del liderazgo, y con ello, la calidad de las relaciones humanas en la organización.
Conclusión
El estudio de The Journal of Humanistic Psychology (2025) nos recuerda una verdad profunda: las personas no crecen solas. Crecen en relación, cuando alguien las acompaña con respeto, presencia y escucha.
Para los directivos y mandos intermedios, el coaching no es una herramienta de corrección, sino de expansión. Les permite detenerse, mirar hacia dentro y reconectarse con su propósito de liderazgo.
En un mundo donde se mide casi todo, el coaching sigue recordándonos que el verdadero desarrollo empieza por algo intangible, pero esencial: la calidad de la relación que mantenemos con nosotros mismos y con los demás.
Y es ahí —en ese punto de encuentro humano— donde los líderes se transforman y las organizaciones prosperan.
